Leo, el protagonista de la película “Blanca como la nieva, roja como la sangre”, ve todo en contraste. Parece que las cosas encajan en su pequeño mundo hasta que el dolor le muestra el engaño del reduccionismo, su gran mentira. En esa época agridulce aprende a diferenciar los tonos vitales, a distinguir enamoramiento y amor, a querer a sus amigos… Algo así nos sucede cuando etiquetamos a las personas asegurando que son como nosotros decidimos. Cuánto ayuda la APERTURA ante los demás, mirarles con ojos nuevos permitiendo que mejoren.