Entre la razón y la locura. Plasmar en un diccionario el origen de las palabras, saborear su cadencia y matices, tomar el pulso a la historia… cuando en Oxford todos se dan por vencidos, el profesor escocés Murray se embarca en esta aventura. En una cárcel psiquiátrica el doctor Minor cree descubrir en esta aparente locura la razón de su existencia rota. Pronto cuaja una amistad que les enseña el auténtico sentido de la vida: solo el amor tiene la fuerza para diluir las miserias, para perdonarse y perdonar.
Leo, el protagonista de la película “Blanca como la nieva, roja como la sangre”, ve todo en contraste. Parece que las cosas encajan en su pequeño mundo hasta que el dolor le muestra el engaño del reduccionismo, su gran mentira. En esa época agridulce aprende a diferenciar los tonos vitales, a distinguir enamoramiento y amor, a querer a sus amigos… Algo así nos sucede cuando etiquetamos a las personas asegurando que son como nosotros decidimos. Cuánto ayuda la APERTURA ante los demás, mirarles con ojos nuevos permitiendo que mejoren.
En LÍMITE VERTICAL Peter decide arriesgar la vida para salvar a su hermana Annie que ha quedado atrapada en el K-2. En su corazón está grabada a fuego la decisión que tuvo que tomar cuando lo que estaba en juego era la vida de su padre. ¿Fue ese aprendizaje el que le impulsó a superar tanta adversidad en su misión de rescate? Lo cierto es que hay decisiones que marcan la vida marcando un punto de inflexión. Ojala contribuyan a llenarnos de humanidad y ternura… fortalezcan nuestro amor!
En la película Brooklyn la mirada limpia y profunda de Eilis parecía expresar una gran fuerza, pero “se caen los palos del sombrajo” cuando regresa a su pueblo y oculta a los suyos que estaba casada. Empieza entonces una huida hacia adelante en falso, ignorando su verdadero ser. Cuantos malos ratos podríamos evitar cortando antes, evitando “jugar con fuego” 
